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Líneas Errantes

Joaquín Escuder

Si pensamos la definición de arte abstracto la podríamos sintetizar diciendo que es una forma de expresión artística que prescinde de toda figuración y propone una realidad distinta a la natural. De esta manera la exposición que Joaquín Escuder nos presenta puede catalogarse como un trabajo puramente abstracto.

A pesar de ello no creo que exista tal divergencia entre lo figurativo y lo no figurativo. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor y comprender que toda la realidad natural que nos rodea no es sino una sucesión de formas y colores abstractos, pensemos por ejemplo en el universo, la naturaleza o en el propio cuerpo humano. Esta reflexión, llevada al mundo del arte, y al de la pintura en concreto, nos confirma que la distancia entre la figuración y lo abstracto no es tal. Un cuadro realista puede estar construido a base de manchas o planos de color y una abstracción pura, como la de Joaquín, tener sus raíces en la idea de secuencia o superposición, basada en elementos naturales.

Para poder hablar de la obra del artista creo conveniente dividir al menos en tres su forma de trabajar. Pero teniendo eso sí, la línea siempre como hilo conductor. Con ella tejerá su lenguaje personal en continuo desarrollo. Primero están la obra seriada Sequentia en las que el trazo es el absoluto protagonista y tienen que ver mucho con el arte oriental. Aquí, los materiales que utiliza son la tinta Jin bu yí o el papel Kadhi de la India entre otros. También el modo de ejecución recuerda al Shodó, arte de caligrafía japonesa. El resultado son obras directas y expresivas en las que el autor se nos presenta como un director de orquesta que con cada movimiento dibuja parte de su sentir. Éstas tienen la virtud de la inmediatez pero la dificultad del no retorno, no cabe en ellas la rectificación.

En la serie Estrellar, la línea se contrae y se torna angulosa e hiriente. El juego pictórico cobra más importancia y se manifiesta en la búsqueda renacentista del espacio y profundidad. La superposición de líneas y el manejo de distintas texturas, crean un juego de sombras proyectadas arrítmicamente sobre un fondo monocromo, pero vibrante. Cuando uno se detiene delante de estas obras se siente atrapado por el ritmo hipnótico de las formas suspendidas sobre la superficie del cuadro.

Hasta el momento hemos podido ver como la línea evoluciona en las distintas obras y llega a su eclosión cuando se transforma en plano, véanse las series Rayo o Divergencia. Aquí el artista pensante y reflexivo se compenetra con el pintor de oficio. Valores más comunes en la pintura como el color, la forma o el claroscuro toman aquí especial relevancia. Llama la atención la pulcritud y limpieza con que Joaquín trabaja las trasparencias materiales y ópticas superponiendo infinitos planos ya sea con óleo o lápices de colores.

En definitiva, Joaquín se nos muestra como un artista creativo, dinámico e inconformista, que haya en la búsqueda su modus operandi. Su obra es compacta y sincera, con una trayectoria sumamente perfilada.

Eduardo Lozano Chavarría

Director de las Salas de Exposiciones de la UNED de Calatayud